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Vivir en la calle: “El primer año llegaba la noche y lloraba”

A un mes del inicio del invierno y bajo un cielo amenazante, hay situaciones que preocupan; son las de aquellas personas cuyo hogar es la calle y en algunos casos, su sustento diario, es lo que otros desechan.

Miguel Ángel hace 10 años que vive en situación de calle. “Antes tenía una vida normal, ahora ya lamentablemente no puedo trabajar porque mis rodillas ya no quieren más y por esas cosas que suceden me toca estar acá”, contó Miguel a Entremediosweb.

Trabajó durante gran parte de su vida en la construcción “vivía de rodillas” relató y ahora tiene dificultades para movilizarse por sus propios medios por lo que es ayudado por quienes él llama sus “compañeros y amigos”, que son personas que están en su misma situación. “Hoy no tengo ningún tipo de recursos, no tengo nada, ni mi familia está, porque al no poder trabajar tampoco les sirvo para nada. No tengo ningún contacto con ellos, tengo ocho hijos pero el viejo ya no sirve”, contó sin poder ocultar la tristeza.

Por esas cosas de la vida, Miguel quedó sólo. Prefirió no entrar en detalles sobre cómo se desencadenó su situación y optamos por respetar su silencio. La realidad es que en su casa de barrio El Sol vive su ex pareja y algunos de sus hijos más chicos. Recordó que un día agarró una “mudita” y se fue. A partir de ahí todo cambio:  “Fue muy duro. El primer año llegaba la noche y lloraba, no comía… En la calle te haces de conocidos  que están en la misma situación ‘vení acá, tenés que comer’ y buen, hasta que te vas adaptando. La misma circunstancia te lleva a resistir, te hace fuerte”.

Tan fuerte que ya “sobrevive” hace 10 años, sí, el mismo lo reconoció. Sus días transcurren en la zona de calle Cura Álvarez y Echague de la capital entrerriana. En el momento de la charla está junto a uno de sus “compañeros”, un colchón, mantas, algunas prendas desgastadas y más lejos, tres bandejitas con restos de guiso de arroz que sobró del mediodía.

Miguel ya no espera nada de nadie. “Los políticos pasan de largo, tendrían que tener vergüenza que haya gente en la calle pidiendo o comiendo de la basura. La gente te ayuda con un plato de comida, una prenda, muchos prometen, pero ya no les creo ni me esperanzo para no desilusionarme”.

Si bien reconoció que muchos los ayudan, también aseguró que hay gente que se aprovecha de la situación en la que viven. “En Paraná hay un refugio que está repleto y en otro te cobran 180 pesos. No tengo jubilación, pensión y nada, qué voy a poder pagar”.

Sin embargo, a pesar de “no tener nada”, lo que más le duele es la ausencia de afecto. En todo momento volvió atrás y aseguró que su máximo sueño es estar con su familia, con sus hijos, pero a la vez en consiente que “ya crecieron, cada uno hace su vida, yo la mía, pero duele mucho no estar con tu gente, más que no tener nada para comer…”

El abandono a veces es de todos lados. El día a día transcurre de forma rutinaria y acelerada y muchas situaciones o problemáticas se asumen como “normales” o parte de la vida cotidiana. No hay tiempo para detenerse a observar y la realidad es que en cada esquina vive una historia y la de Miguel Ángel es solo una de las miles que hay en la ciudad.

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